Siempre amor


Habrá amor mientras haya luna. Habrá luna mientras brillen tus ojos.
No habrá tiempo que apague esta locura, que deje a este amor perderse en el silencio.

Si grito al mundo que mi corazón es tuyo, que no hay ya más secretos que apaguen esta voz.
Que existes por momentos entre mis sueños lejanos, y vienes de repente a alimentar mi ilusión.

Ahora, ¿qué decirte? Si te has llevado todo, si me has dejado poco a poco en las manos tu corazón.
Si esta vida contigo alimenta mi esperanza, y deja mis silencios esperando en un lejano umbral.
Si llevas esta voz que de amarte no se cansa, si existes todo el tiempo, si me avivas el alma…
Si tienes en tus manos mi vida, no dejes más que caiga. 

Dame tu mano ahora, no te alejes.
Vamos a dejar que el amor nos llene de esperanza.
Caminemos juntos este sendero, ya no importa más nada. 

Regálame tu tiempo envuelto en mil promesas, de amanecer contigo, de alcanzar nuestros sueños…
De aprender de todo, de amar sin condición. 

Habrá amor mientras haya luna, habrá luna mientras brillen tus ojos.
No habrá tiempo que apague esta locura, que calle mis latidos, que nos pierda en sus antojos.

La ciudad “no”



Dicen que Quito es una ciudad preciosa, y jamás voy a irme en contra de esta afirmación. Pero esta, mi ciudad, está llena de “negaciones” para sus habitantes.  

Sucede que hay algunas cosas que, mientras uno viva aquí, no puede hacer. O bueno, tiene que tener cuidado al hacer. Para esto, sin hacer alusión a preferencias ni divisiones falsas, me atrevo a dividir a la ciudad en cuatro grupos:

-Peatones: habitantes de cualquier edad, hombres, mujeres… ¡al fin y al cabo eso no importa! Todos hemos pisado las calles de la ciudad, no importa si no sucede de modo seguido, pero lo hacemos)
-Conductores: hombres y mujeres de toda edad (a partir de los 18 años, exceptuando los jovencitos que aprovechan y “roban” el carro de sus padres para salir a dar, aunque sea, una vueltita)
-Ciclistas: están a penas estrenando unos carriles enormes en las calles, ahora pueden andar a sus anchas –literalmente- (en algunos sectores de la ciudad, porque otros… bueno, a los más estrechos les dieron mitad zona azul y mitad ciclovía)
-Mujeres: jóvenes quiteñas (y a veces de un poco más de edad), que van por la ciudad y atraviesan distancias cortas, largas…No se asusten. Sí las mujeres también manejamos, ya apareceremos en las siguientes líneas)

Ahora bien, una vez realizada la división (no es una ley universal pero para este fin debo hacerla de este modo), les invito a sumergirse en la realidad de los transeúntes quiteños (motorizados, no motorizados y sobre ruedas) y a entender porque este, el lindo Quito de mi vida, es La ciudad no.
Si usted busca una aventura, pruebe a caminar por las calles más transitadas de la ciudad, pruebe a cruzar de un lado al otro y llegar bien (y con bien me refiero a sin sustos de por medio). Ocurre pues que caminar por una vereda no es complicado, pero cuando el punto de llegada está al lado contrario del punto de partida… ¡He ahí el problema! Podemos usar los pasos cebra en las grandes calles y avenidas, o también los puentes peatonales. Pero… Quito también tiene calles pequeñas en las que, antagónicamente, los vehículos circulan a altas velocidades. 

Durante las horas de mayor tránsito, cruzar la calle es toda una experiencia. Los conductores van concentradísimos en el pavimento, y los peatones nos convertimos de modo indudable en seres invisibles que no solo debemos esperar a que llegue algún “buena gente” o a que la calle esté medio vacía para poder cruzar (rapidito, eso sí. Porque a veces salen algunos que uno no llega a saber de dónde…) A parte de eso, estamos obligados a recibir el sonido chirriante de los pitos de los autos, que a veces pasan tan cerca de uno al momento de emitir semejante melodía, que nos dejan un recuerdo en el oído –con forma de zumbido- durante un tiempo considerable. 

Y…como sin tránsito no hay aventura al cruzar la calle, llamamos al escenario a los conductores. No voy a explayarme explicando de qué se trata esta parte, pero sí hago un llamado a todos los que conducen un vehículo (pequeño, grande, enano, GRANDE) a tener mayor conciencia sobre los peatones, y no “hacerse de la vista gorda” cuando uno de ellos quiere cruzar la calle. Baje la velocidad, deje los insultos y malas caras de lado, y dele a su día un gesto amable, estoy segura de que se sentirá bien (y no, no va a llegar tarde, son a penas un par de segundos). ¡Ah! Y no sea inconsciente con otros conductores, le dejo un pequeño manual:

-La direccional se usa para intentar pasar. No lance el auto, que un puesto de diferencia –valga la redundancia- no hace la gran diferencia.
-Utilice el pito solamente cuando sea estrictamente necesario, no se quede prendido de él como si el mundo fuera a terminarse.
-Su dedo medio no soluciona absolutamente nada, guárdeselo y no suelte el volante, puede ser peligroso.

Finalmente, tome en cuenta que si todos fuéramos cordiales, amables y respetuosos, seguramente las calles y el tráfico de la ciudad dejarán de ser una molestia extrema para sus miembros. 

Vamos ahora al siguiente grupo: los ciclistas. ¡Bien por mi Quito que alienta a sus habitantes a hacer deporte! Ahora tienen sus propios espacios de circulación, los llamo a salir más a menudo porque la gran mayoría del tiempo están vacíos. Si es usted un ciclista de fin de semana, que sale solamente para lucir su ropa de The North Face y Nike… entonces confórmese, por favor, con subir su bicicleta en el remolque de su auto y trasládese al Parque Bicentenario o Metropolitano (no me tomen a mal, hay cosas permanentes que a veces parecen no tener razón de ser). En cambio, si usted usa BiciQ, o utiliza su bicicleta con regularidad para ir a su trabajo o su jornada diaria,o hace deporte cada día, debo decirle que siento por usted un gran alivio, porque tal vez no va a enfrentarse más a que los autos se le vengan encima. 

Ahora bien, si le incomoda el peatón o los autos que están parqueados en la zona azul… finja demencia y siga con su camino. Hace un par de días un ciclista que subía por la Mariana de Jesús rompió el retrovisor de un auto que estaba ubicado en zona que SÍ está disponible para parqueo. Y… ¿no querrá ser usted así, o me equivoco?

Para ir desenredando este nudo, vamos con  el último grupo: las mujeres. No faltará, jamás, el “amable” caballero que con sus palabras busca elogiar a las damas que van por la ciudad. No falta el viejo verde que  no tiene problema en girar su cabeza -como la niña del exorcista- para regresar a ver a alguna dama, y acompañar su mirada con palabras que, entérese, son mal recibidas por la “elogiada”. No falta tampoco el silbido, no falta el piropo, y no falta tampoco alguna frasecita fuera del lugar. Entonces, cierre su boca, camine por su ruta, siga con lo que esté haciendo y deje que las mujeres circulemos en paz. Ya pasamos por las campañas de “0 morbosos” , pero al parecer todavía faltó, y mucho. 

¿Por qué mi Quito es la ciudad No? Responda a las siguientes preguntas:

-¿Puede cruzar una calle con facilidad?
-¿Se jacta usted de conducir y NUNCA haber tenido un mal rato?
-¿Es usted mujer y se ha sentido SIEMPRE cómoda al caminar por las calles?

Si usted responde afirmativamente a todas estas preguntas, entonces le invito a hacerme saber su punto de vista. Pero, mientras tanto, NO cruce la calle si no está vacía, no se arriesgue, NO salga a la calle si es mujer (peor aún con faldas y prendas que –aunque algunas exageran- dejan ver algo de piel) y NO siga siendo como siempre ha sido, todo este cambio que esta hermosa ciudad necesita es cuestión de conciencia, cultura y respeto.





La central telefónica



Inesperadas. Tal vez no deberían interrumpir nuestra jornada pero es así. Bajo el agitado ring ring del teléfono, se encuentran propuestas extensas de bancos, seguros, agencias de viajes… que llegan sin ser llamadas. 

¿Quién nunca ha recibido una llamada de un call center? Estoy convencida de que, si hago esta pregunta, casi nadie responderá que no le ha pasado. Es así, nos llaman de todas las empresas posibles a ofrecer promociones, servicios, detalles de servicios…en fin. Hay un sinnúmero de posibilidades, casi infinitas diría yo porque el telemarketing parece haberse convertido en el arma de ataque de todas las instituciones.

La llamada tiene siempre un esquema estándar: 

Buenas tardes, hablo con la señora/el señor (inserte su nombre aquí).  Le habla Perico de los palotes, de (inserte nombre de la empresa aquí). El motivo de mi llamada es ofrecerle/comentarle/exponerle el nuevo servicio que ofrecemos, una mega tarjeta de crédito premiando el buen manejo de su cuenta, o lo-que-se-le-ocurra-a-usted…

Y así, uno a veces no tiene tiempo de responder si está o no interesado, si tiene tiempo o no de atender la llamada, si quiere seguir escuchando lo que queda de discurso del que llama.
Sin tener nada en contra de quienes realizan la labor de llamar a x  número de personas durante el día, labor que debe ser complicada porque asumo que no es sencillo poner voz de “estoy feliz llamándolo aunque es probable que usted me cierre” , creo que debería haber un filtro previo de las personas incluidas en las bases de datos antes de empezar a marcar. Sí, tal vez parezca innecesario y debe ser tedioso, pero lo veo más que necesario.

Ayer recibí una llamada de la Empresa que asegura a los colaboradores del sitio en el que trabajo. Después del discurso (regrese al tercer párrafo si no lo recuerda), me ofrecieron un programa interesantísimo (que casualmente no me interesaba). Después de contarme sobre la efectividad y lo maravilloso del programa me preguntaron en qué semana del periodo de gestación me encontraba y si quisiera que me hagan una visita para darme más detalles. La señorita que llamó debe haberse quedado corta con mi respuesta y tal vez no se imagina que alguien que no está en embarazo obviamente no está interesada en ingresar en un plan de preservación de células madre para un embrión que no existe.  Después de un corto lapso de tiempo de silencio se disculpó explicando la probabilidad de haber confundido el nombre del afiliado. Cerré el teléfono con extrañeza y seguí con mis tareas.

Moraleja para las empresas: Investiguen, investiguen, comprueben, comprueben…llamen, intenten no incomodar a quién recibe la llamada, pregunten si tiene tiempo e interés de atenderlos.
Tal vez estos “pasitos” suenan innecesarios para el proceso, pero seguro les garantiza que el cliente esté satisfecho con la llamada que recibe. No les ahorra dinero (eso es seguro) pero les ahorra pesar y hastío por parte de su sustento: el cliente.


¿Roles?

  Hoy tuve que asistir a una reunión con mi hijo porque, a veces, el plan no sucede como estaba pensado. Estuve casi 30 minutos en una sala ...