Dicen que Quito es una ciudad preciosa, y jamás voy a irme
en contra de esta afirmación. Pero esta, mi ciudad, está llena de “negaciones”
para sus habitantes.
Sucede que hay algunas cosas que, mientras uno viva aquí,
no puede hacer. O bueno, tiene que tener cuidado al hacer. Para esto, sin hacer
alusión a preferencias ni divisiones falsas, me atrevo a dividir a la ciudad en
cuatro grupos:
-Peatones: habitantes de
cualquier edad, hombres, mujeres… ¡al fin y al cabo eso no importa! Todos hemos
pisado las calles de la ciudad, no importa si no sucede de modo seguido, pero
lo hacemos)
-Conductores: hombres y mujeres
de toda edad (a partir de los 18 años, exceptuando los jovencitos que
aprovechan y “roban” el carro de sus padres para salir a dar, aunque sea, una
vueltita)
-Ciclistas: están a penas
estrenando unos carriles enormes en las calles, ahora pueden andar a sus anchas
–literalmente- (en algunos sectores de la ciudad, porque otros… bueno, a los
más estrechos les dieron mitad zona azul y mitad ciclovía)
-Mujeres: jóvenes quiteñas (y a
veces de un poco más de edad), que van por la ciudad y atraviesan distancias
cortas, largas…No se asusten. Sí las mujeres también manejamos, ya apareceremos
en las siguientes líneas)
Ahora bien, una vez realizada la división (no es una ley
universal pero para este fin debo hacerla de este modo), les invito a
sumergirse en la realidad de los transeúntes quiteños (motorizados, no motorizados
y sobre ruedas) y a entender porque este, el lindo Quito de mi vida, es La ciudad no.
Si usted busca una aventura, pruebe a caminar por las calles
más transitadas de la ciudad, pruebe a cruzar de un lado al otro y llegar bien
(y con bien me refiero a sin sustos de
por medio). Ocurre pues que caminar por una vereda no es complicado, pero
cuando el punto de llegada está al lado contrario del punto de partida… ¡He ahí
el problema! Podemos usar los pasos cebra en las grandes calles y avenidas, o también
los puentes peatonales. Pero… Quito también tiene calles pequeñas en las que,
antagónicamente, los vehículos circulan a altas velocidades.
Durante las horas de mayor tránsito, cruzar la calle es toda
una experiencia. Los conductores van concentradísimos en el pavimento, y los
peatones nos convertimos de modo indudable en seres invisibles que no solo
debemos esperar a que llegue algún “buena gente” o a que la calle esté medio
vacía para poder cruzar (rapidito, eso sí. Porque a veces salen algunos que uno
no llega a saber de dónde…) A parte de eso, estamos obligados a recibir el sonido
chirriante de los pitos de los autos, que a veces pasan tan cerca de uno al
momento de emitir semejante melodía, que nos dejan un recuerdo en el oído –con forma
de zumbido- durante un tiempo considerable.
Y…como sin tránsito no hay aventura al cruzar la calle,
llamamos al escenario a los conductores. No voy a explayarme explicando de qué
se trata esta parte, pero sí hago un llamado a todos los que conducen un
vehículo (pequeño, grande, enano, GRANDE) a tener mayor conciencia sobre los
peatones, y no “hacerse de la vista gorda” cuando uno de ellos quiere cruzar la
calle. Baje la velocidad, deje los insultos y malas caras de lado, y dele a su
día un gesto amable, estoy segura de que se sentirá bien (y no, no va a llegar
tarde, son a penas un par de segundos). ¡Ah! Y no sea inconsciente con otros
conductores, le dejo un pequeño manual:
-La direccional se usa para intentar pasar. No lance el
auto, que un puesto de diferencia –valga la redundancia- no hace la gran diferencia.
-Utilice el pito solamente cuando sea estrictamente
necesario, no se quede prendido de él como si el mundo fuera a terminarse.
-Su dedo medio no soluciona absolutamente nada, guárdeselo y
no suelte el volante, puede ser peligroso.
Finalmente, tome en cuenta que si todos fuéramos cordiales,
amables y respetuosos, seguramente las calles y el tráfico de la ciudad dejarán
de ser una molestia extrema para sus miembros.
Vamos ahora al siguiente grupo: los ciclistas. ¡Bien por mi
Quito que alienta a sus habitantes a hacer deporte! Ahora tienen sus propios
espacios de circulación, los llamo a salir más a menudo porque la gran mayoría
del tiempo están vacíos. Si es usted un ciclista de fin de semana, que sale
solamente para lucir su ropa de The North Face y Nike… entonces confórmese, por
favor, con subir su bicicleta en el remolque de su auto y trasládese al Parque
Bicentenario o Metropolitano (no me tomen a mal, hay cosas permanentes que a
veces parecen no tener razón de ser). En cambio, si usted usa BiciQ, o utiliza
su bicicleta con regularidad para ir a su trabajo o su jornada diaria,o hace
deporte cada día, debo decirle que siento por usted un gran alivio, porque tal
vez no va a enfrentarse más a que los autos se le vengan encima.
Ahora bien, si le incomoda el peatón o los autos que están
parqueados en la zona azul… finja demencia y siga con su camino. Hace un par de
días un ciclista que subía por la Mariana de Jesús rompió el retrovisor de un
auto que estaba ubicado en zona que SÍ está disponible para parqueo. Y… ¿no
querrá ser usted así, o me equivoco?
Para ir desenredando este nudo, vamos con el último grupo: las mujeres. No faltará,
jamás, el “amable” caballero que con sus palabras busca elogiar a las damas que
van por la ciudad. No falta el viejo
verde que no tiene problema en girar
su cabeza -como la niña del exorcista- para regresar a ver a alguna dama, y
acompañar su mirada con palabras que, entérese, son mal recibidas por la “elogiada”.
No falta tampoco el silbido, no falta el piropo, y no falta tampoco alguna
frasecita fuera del lugar. Entonces, cierre su boca, camine por su ruta, siga
con lo que esté haciendo y deje que las mujeres circulemos en paz. Ya pasamos
por las campañas de “0 morbosos” , pero al parecer todavía faltó, y mucho.
¿Por qué mi Quito es la ciudad No? Responda a las
siguientes preguntas:
-¿Puede cruzar una calle con facilidad?
-¿Se jacta usted de conducir y NUNCA haber tenido un mal
rato?
-¿Es usted mujer y se ha sentido SIEMPRE cómoda al caminar
por las calles?
Si usted responde afirmativamente a todas estas preguntas,
entonces le invito a hacerme saber su punto de vista. Pero, mientras tanto, NO
cruce la calle si no está vacía, no se arriesgue, NO salga a la calle si es
mujer (peor aún con faldas y prendas que –aunque algunas exageran- dejan ver
algo de piel) y NO siga siendo como siempre ha sido, todo este cambio que esta
hermosa ciudad necesita es cuestión de conciencia, cultura y respeto.