El cuarto de al lado


Hace siete meses y unos poquitos días, cuando llegamos a casa con Joaquín, todo se puso patas arriba. El orden, la rutina, el modo de limpiar y ordenar la casa. Nuestro cuarto dejó de ser “nuestro” y se volvió más de él. Cambiamos el lado que cada uno ocupaba en la cama, ubicamos los veladores en la parte baja de la pared en la que está la tele, instalamos un organizador para poner los pañales, cremas, pañitos, algunos juguetes y un montón de cositas que tal vez solo quienes son padres pueden entender (porque uno nunca se da cuenta de todo lo que se necesita tener a la mano para bañar, vestir y asear al bebé, hasta que vive la experiencia. Todas las metodologías “perfectas” y técnicas ideales para lograr todas las actividades del día son pura ficción).


Durante casi cuatro meses Joaquín durmió en su moisés, cerquita de mi (en el lado de la cama que ocupa mi esposo). Y luego, en una noche de emociones confusas llegó la hora de que su “cama de niño grande” aparezca en escena. Joaquín iba creciendo a pasos agigantados, el moisés ya le quedaba corto, era hora de escribir un nuevo capítulo en sus historias de sueño y descanso.

Nuevamente reorganizamos el cuarto, retiramos el moisés y lo guardamos, volvimos a nuestros puestos en la cama, los veladores regresaron a su sitio, la cuna ocupó un espacio al pie de la cama y, entre lágrimas (como si se tratara del duro momento en que una madre tiene que despedir a su hijo para que haga su viaje de intercambio estudiantil –cosa que no quiero ni imaginarme todavía-), Joaquín durmió su primera noche en “cama de niño grande”, al pie de la cama de sus papás. Yo sentí que el corazón se me remordía, y aunque me tachen de exagerada, cada nuevo paso y etapa en la vida de los hijos es capaz de llevar el corazón de mamá en una montaña rusa que se lleva el Guinness de la vertiginosidad y no se compara a las más riesgosas aventuras de cualquier parque temático.

Foto real de mi cuarto con la cuna de Joaquín al pie de la cama. Llega la hora de descansar y se vale todo: hasta combinar pantalones de pijama estampados con medias de dibujitos.
Pasó un nuevo periodo de cuatro meses y la habitación que con tanta emoción y cariño alistamos para Joaquín antes de que nazca, yacía solitaria a pocos pasos de mi cuarto. En algunas ocasiones ese fue el sitio de juego, de lectura, de música o incluso de hacer la siesta (de vez en cuando), y un día Joaquín –como reclamando su independencia- regresó a ver a nuestra cama y su mirada habló: eran las seis de la tarde, pero claramente él quería descansar.

Tuvimos algunos días de incertidumbre, de conversaciones, de luchar contra ese miedo de que al fin su cuarto (su verdadero cuarto) iba a tener a su dueño con él. Llegamos a casa después de su cita mensual con el pediatra, nos miramos fijamente, ese era el día. Llevamos la cuna de vuelta a su cuarto, la ubicamos en el sitio que había quedado vacío durante meses, jugamos con Joaquín, disfrutamos como siempre de su hora del baño, lo vestimos con su pijama de patitas y lo llevamos hacia su primera noche “solito”.

Todavía se despierta, seguimos teniendo momentos de lactancia durante la noche y madrugada, y aún no me atrevo a no llevarlo a mi cama un poco antes de que amanezca (tal vez no me sentiré lista para resistirme a esto hasta que mi hijo cumpla su mayoría de edad). Todavía no hemos descubierto la fórmula perfecta para que Joaquín duerma toda la noche, pero sí descubrimos que el hecho de que tenga su propio espacio para dormir y jugar le hace sonreír, y mucho: no saben lo feliz que se muestra cuando estamos allí, y lo tranquilo que duerme durante sus siestas.


Cada bebé es un individuo, y es probable que para nosotros el momento ideal para llevarlo a su cuarto haya sido este (siete meses después de su nacimiento). Es probable también que para otros papás el momento haya llegado antes, después, o no haya llegado todavía. Es probable que te hayan dicho que tu hijo está acostumbrado a los brazos, que es hora de detener la lactancia, que tantas tomas al día ya no son necesarias, que "cómo es posible que se calme solo en tu pecho" (no vas a explicar a todo el mundo que la lactancia no es solo alimentar, sino también afecto, cercanía, protección...).

Es probable que te hayan dicho que el colecho es un invasor de tu privacidad de pareja, que el moisés es un error, que “de gana” compraste la cama cuna, que el corral es solo para las emergencias…dentro de todo lo bueno, lo malo y lo feo que escucharás hay una gran y excelente noticia: ¡Siempre vas a lograrlo! Encontrarás tus propios métodos, tus propias técnicas, conocerás cada día a tu bebé y él te conocerá a ti. No importa si das mil o diez pasos para alcanzar el mismo lugar, vas a llegar junto con tu bebé, y...¡esa compañía lo vale todo! 

PD. Me tomó cuatro meses encontrar un momento para empacar el moisés, todavía no lo hemos guardado en la bodega (sitio en el que estará hasta que Joaquín tenga un/a hermano/a), esto me lleva a pensar dos cosas: 

1. Tal vez todavía no asimilo que el Joaquín sigue creciendo y creciendo (el moisés me trae recuerdos de su llegada a casa, de su respiración cerquita de mí).
2. Cuando tienes un hijo vas a dejar de lado un montón de cosas, te vas a olvidar de hacer otro montón de cosas, y tal vez justo cuando te acuerdas de que tienes que hacerlas, ¡pum! encuentras algo más que hacer.


Momo, ¿un monstruo digital real?

Con una expresión aterradora, ojos vidriosos y extremidades aberrantes aparece Momo. Imagino a su escultor, Keisuke Aiso, trabajando arduamente para crear la escalofriante pieza. De hecho ahora que me he tomado un tiempo para escribir esto, dudo que mi sueño pueda ser reparador. No estoy segura de que pueda quitarme el horrible rostro de la mente.

La aterradora escultura fue creada por un artista Japonés. Pese al contexto, Keisuke Aiso estaría contento de que su trabajo haya tenido repercusión mundial.

Mother bird (Madre pájaro) es el nombre original de la pieza artística creada en 2016. Unos años más tarde, la imagen de la escultura es la causante de una historia de horror: algunos jóvenes se habrían hecho daño tras cumplir con el Momo Challenge (Reto de Momo), un juego en línea que supuestamente anima a niños y adolescentes a lastimarse o incluso acabar con sus vidas. La terrorífica imagen aparece, supuestamente, en diversos canales digitales. Su pálida piel y sus inmensos ojos son el manual de instrucciones para llevar a cabo actos atroces.

Leer sobre Momo congela la piel, y pese a que la falta de pruebas pone en duda su veracidad (de hecho, algunos medios como el británico The Week o CNN ya declaran que el escalofriante reto es un hoax -engaño masivo en medios electrónicos-), su salto a la palestra aparece con aires de triunfo.

Me sorprende ver la cantidad de usuarios de redes sociales que comparten información sobre el hecho como si se tratara de regar una buena nueva. Esto lleva a pensar que nos hemos convertido, tal vez, en meros replicadores de lo que vemos (sin detenernos un minuto para analizar lo que llega a nosotros). La hiperdigitalización es un problema latente que no tiene solución a la vista, y es justo por ello que lo más sano sería replantear lo que transmitimos a nuestros niños.

Imagen tomada de cuenta de Facebook de Fiscalía General de la República (México)

Las niñeras digitales no son novedad (tampoco sus fatales consecuencias). Los niños lloran o están inquietos y lo más fácil es entregarles un teléfono o tableta, encender algún video y...¡listo! mágicamente el problema está saneado. Los niños están tranquilos y los padres disfrutan (anulando, penosa y temporalmente, la existencia de los menores).

Los gigantes tecnológicos no esperan y alimentan sus negocios con la creación de plataformas amigables con los niños. Motores de búsqueda que son seguros y que prometen una experiencia mínimamente (o nada) invasiva para los pequeños usuarios.

Agresividad, ira, trastornos de sueño y problemas de adaptación son algunos de los efectos negativos del uso excesivo de dispositivos móviles por parte de menores. 


Sin embargo, ¿es correcto confiar en los medios digitales y dispositivos móviles para ser parte de la rutina de los niños? No me tomen por anticuada, estoy muy al tanto de que puede ser casi imposible evitar el contacto con tanto novedoso aparatito. Sin embargo, los controles parentales y demás seguridades parecen ya haber quedado obsoletas.

Volviendo al asunto de Momo, vale traer a colación otros casos similares como la Ballena Azul (otro juego suicida que también parece no haber existido). En fin, en este punto la veracidad de las historias, o que casos similares suenen a periódico de ayer, es lo que menos importa.

La realidad es que estamos dejando a nuestros niños solos y vulnerables ante un gigante que no podemos controlar. Estamos permitiendo que, cómodamente, los niños pierdan la capacidad de imaginar y de crear. Al desplegar una lista de reproducción de Youtube, por ejemplo, no podemos regular los anuncios previos a cada video, no podemos prohibir que accidentalmente entre canciones de "La Vaca Lola" o Baby Shark aparezca de pronto el vulgar video de reggaetón que sonó durante la reunión que tuvimos con amigos.

No sabemos con quién toman contacto nuestros hijos cuando permitimos que tengan su propia cuenta de Facebook o Instagram, no sabemos todos los resultados que arrojarán los buscadores cuando tengan intención de hacer su tarea de Ciencias Naturales.

Con nostalgia, en este punto, recuerdo que tuvimos la suerte de tener una niñez sana. Que logramos pasar la escuela y el colegio sin necesidad de navegadores y que, si estábamos aburridos, inventábamos algún juego o simplemente tomábamos papel y lápiz para armar un improvisado tres en raya.

Soy madre de un recién nacido y probablemente mi capacidad de opinar sobre lo que viven niños o adolescentes pueda ser puesta en duda. Sin embargo me aterra pensar que mi hijo no sea capaz de apreciar todo lo bueno que tiene el mundo, que no se atreva a encontrar figuras en las nubes o que no pueda sumergirse la noche entera en un buen libro. Lograr que desde esta edad comprenda que hay más y mejores distracciones que un videojuego es mi lucha de cada día.

El reto de Momo pudo no haber sido real, sin embargo aparece como un gran monstruo digital. Tal vez es momento de volver al inicio y repensar las cosas, tal vez es momento de analizar que los verdaderos monstruos no son los que aparecen digitalmente y fuera de nuestro control, tal vez los verdaderos monstruos somos nosotros; por dejar que nuestros niños bailen libres  y sin ningún control por el mar de la tecnología mientras nosotros, desde la orilla, disfrutamos de un delicioso cóctel que nos emborracha y no permite que veamos con nitidez cuál es la verdadera raíz del problema y buscamos culpables en todo, menos en nosotros mismo.

De sillas vacías y parodias en tiempo electoral

Durante un reconocido espacio televisivo de entrevistas, sosteniendo con efusividad una diminuta silla de madera rodeada por una bandita tricolor con la inscripción "Ecuador", se mostró una de las candidatas al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS). Su discurso es bastante básico, repetitivo, con tono enfático en lo que expresa el artefacto que pinza con sus dedos. Lo sacude de vez en cuando hacia atrás y adelante como cuando alguien señala con el dedo con intención de expresar un "vas a ver". 



La pequeña silla se tuerce un poco hacia los costados, la cámara la enfoca, ya no presto mayor atención a lo que dice la candidata. El mensaje -el único- está entendido, y es lo único que logro rescatar de sus casi 10 minutos de diálogo con el experto entrevistador. 

"De triunfar en estas elecciones, voy a promover la iniciativa de la silla vacía"; quizás no es eso lo que dijo exactamente, pero lo pongo entre comillas porque parafrasear su discurso resulta sencillo. 
No dijo más, las palabras de relleno y frases vacías colmaron el diálogo. Me detengo a pensar en lo burdo del recurso, mostrar una diminuta silla para hacer gráfica una intención, porque nos toman por tontos, nos ven seguramente como seres de un que realmente pudieran sentarse en la silla de juguete. 


Este año está marcado, en Ecuador, por una nueva coyuntura electoral. El domingo 24 de marzo se aproxima, y con él la incertidumbre de quiénes serán las nuevas autoridades de las 24 provincias de nuestro País. 

La campaña comenzó oficialmente el  05 de febrero y culminará el 21 de marzo, y mientras este periodo transcurre los ecuatorianos somos el blanco de infinidad de mensajes (algunos coherentes, y otros no tanto) por parte de los candidatos a las más de 5 mil autoridades principales: alcaldes, prefectos, concejales urbanos y rurales, miembros de las juntas parroquiales e integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS).

Entre tanto, la campaña política y la misma política no han dejado de tener un rostro vulgar y con sonrisa burlona, no han dejado de ser el monstruo que nos acecha cada cierto tiempo y que se alimenta (mayoritariamente, espero) de la oportunidad que ven algunos de ocupar un sitial que les garantice un sueldito racional, un salto a la palestra pública, y un puesto más cercano al bolsillo de los ciudadanos. El poder está, penosamente, embarrado de estiércol hasta el borde.Todavía intento pensar y creer que hay seres humanos éticos y dignos para ocupar los cargos que serán designados durante tras la jornada del 24 de marzo.

Las peculiaridades no han dejado de surgir, y considerando ese punto el resultado de la jornada electoral podría no variar: porque el rumbo del país no cambia si la política sigue siendo la farsa de siempre. Solo por hacer un resumen: plagio en piezas de propaganda, una cifra exagerada de candidaturas inscritas, mensajes desatinados en spots de los candidatos, y eslóganes ridículos.




Sobre uno de estos casos, particularmente, me atrevo a decir que la lucha por la igualdad de género no se puede resumir a una chancleta rosada y parodias que dejan a las mujeres como títeres de la política. Resulta, además, doloroso y vergonzoso que una candidata se agarre de una coyuntura que lastima, para atraer votos.
Curioso además que con su "experiencia en comunicación" no se haya tomado el tiempo para analizar los mensajes de sus piezas de campaña. Curioso que se atreva a decir que es "promujer", y que no se haya detenido medio segundo para analizar lo mucho que ese término abarca.




*Nota para el lector: los ejemplos citados son solamente eso, ejemplos. Y no constituyen bajo ningún motivo una "acusación" directa a los involucrados.

Y es que repentinamente a unos cuantos les ha dado por repartir abrazos a los niños, ancianos y a cualquier ciudadano que se les ponga al frente. Se les ha ocurrido montar espectáculos musicales porque, para mala suerte de nuestro pueblo, así se consiguen votos, porque "pan y circo" se juntan para ser la mejor estrategia, porque la ansiedad de poder se frota las manos antes de abofetearnos.

No dudo de la capacidad de los nuevos políticos, tampoco de los viejos. De hecho, conozco algunos perfiles (a los que aprecio mucho) que de cierto modo renuevan mi esperanza y me hacen creer que es posible proponer acciones sesudas en pos de un cambio positivo para la sociedad. Pero nada de eso le hace ni un poco de sombra a la decepción que siento al ver a los muchos payasos usando corbata, listos para atacar.

Nuestro deber como ciudadanos es conocer bien a los candidatos, sus perfiles y propuestas, solo así podremos votar concienzudamente y no ser causantes del constante naufragio político en el que está nuestro país.

Las elecciones, nuevamente, son ese momento crítico que nos deja en plena vulnerabilidad. Porque sabemos que el fraude estará a la vuelta de la esquina, porque conocemos la poca preparación profesional de un grupo considerable de candidatos, porque algunos candidatos piensan -y vuelvo en este momento al ridículo elemento de la diminuta silla- que nos pueden ver sentados en un artefacto así (haciéndonos pensar que podremos ser activos partícipes  y críticos de sus propuestas), y colocarnos en una casa de muñecas para jugar con nosotros a su antojo. 





Femicidio, miedo y silencio







Una nota de Diario Expreso cita que, según la Red Nacional de casas de acogida, cerca de 600 mujeres fallecieron en Ecuador desde 2014, víctimas de violencia de género; y que solo en 2018, hasta el 18 de noviembre, se registraron 75 femicidios a escala nacional.

Resultado de imagen para femicidioEl tercer mes de 2019 está cerca de iniciar y ya se han registrado dos muertes violentas de mujeres, ocasionadas por sus parejas, violaciones e historias de acoso se repiten a diario como si se tratara de una serie de terror que no encuentra su capítulo final.



El solo término es capaz de helar la piel. "Femicidio", lo escribo , me tiemblan los dedos, se me congelan,y cada una de sus letras me raspa el alma y hace que en mi corazón se desgarre una herida que no tiene intención de cicatrizar. Y digo cicatrizar porque es probable que escuchemos de nuevos casos a diario, que pase el tiempo y el dolor se atenúe, pero la piel queda lastimada, en ella queda la señal de cada vida que se pierde, de cada golpe, de cada grito que fue ahogado, y cada lágrima de las mujeres que ya no están.

Cierro mis ojos y pienso en Diana, en Martha, en aquella mujer que murió a manos de su expareja en Pisulí. Pienso en todas las mujeres de las que una cercana amiga uruguaya me habla: "Boluda, acá y en Argentina todos los días escuchamos que matan a mujeres, que las secuestran, que las golpean". Y sí, yo pienso que acá también, que en todos los rincones del mundo esto pasa todos los días y cada vez más. Y pienso también que tal vez antes también ocurría, pero que ahora cada situación se vuelve más visible porque estamos hiperconectados, porque las redes sociales nos muestran las imágenes en crudo, porque vemos que el acoso y la violencia es tan común, que tal vez compartir una historia más (propia o ajena) puede inflar ese colchoncito de apoyo en el que sentimos que caemos cuando "a alguien más le pasa".

A Martha la violaron de la forma más despiadada -aunque dudo que haya una forma "piadosa" de ejecutar un acto tan atroz- entonces me retracto del adjetivo y diré solamente que la violaron en una reunión de amigos. A Diana su pareja le clavó un cuchillo varias veces en el cuerpo hasta matarla (estaba embarazada, no solo la mató a ella), un hombre acabó con la vida de su expareja en plena vía pública, en plena luz del día. Una joven es perseguida desde hace varios años por un hombre, él la sigue a donde va, la espera a la salida de su universidad, la observa con morbo y maldad, la acosa. Otra mujer fue ultrajada por un taxista cuando iba camino a su sitio de estudios. No me alcanzarían las líneas para nombrar todos los casos que han ocurrido al menos últimamente, y esos son los que conocemos. ¿Cuántos nos faltan por conocer? ¿Cuántos ocurren a diario y siguen siendo invisibles?

Luego, escucho también que es el machismo el que nos mata. Y me detengo para analizar si en serio es eso, y dudo. Escucho pregonar que "el patriarcado se va a caer", y dudo nuevamente. Porque no se trata solamente de acabar con estructuras sociales retrógradas, sino de acabar con una figura oscura que nos ataca: la violencia (de hombres hacia mujeres, de mujeres hacia hombres, de algo que va contra algo, sin etiquetas y sin prejuicios). Además, dudo porque veo que el feminismo de cierto modo perdió el norte (¿Será feminismo protestar con los pechos al descubierto, atacar a las iglesias y parodiar religiones? Lo dudo. Pero de esto tal vez hablaré en otro artículo):

Por coincidencia -o no- este texto ocurre casi a la par con la reciente lectura de la reseña biográfica de Rosa Montero sobre María Lejárraga (esposa de Gregorio Martínez Sierra). María siempre -o casi siempre- escribió las obras que publicaba su marido, lo único que quizás era del puño y letra del casi holgazán era solamente su firma.

María, como muchas otras mujeres prefirió el silencio, tal vez su pareja no mató su cuerpo, pero sí mató su talento, y eso también resulta ser violento. Las letras se volvieron el bote salvavidas de María, y en uno de sus ensayos convierte a su marido en un muñeco parlanchín que habla, sin querer, con otra voz (la de María). En la biografía de Montero sobre Lejárraga, cita a uno de sus ensayos: "Las mujeres callan porque, aleccionadas por la religión, creen firmemente que la resignación es virtud; callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma de esclavas". Y con esas palabras María se esconde, en uno de sus ensayos, tras la firma del hombre con el que vive o, en su defecto, del hombre con el que muere. 
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El rostro de María es frío. Su mirada es extraña, sus labios parecen contenerse para no gritar mil palabras. El rostro de María es misterioso, profundo y extraño. Su rostro es tal vez el reflejo de sus días.

Y veo que las mujeres hemos sido blanco de atrocidades desde siempre, y vuelvo sobre intentos vanos por explicar o explicarme por qué. Sobre la violación a Martha escribí una carta que en poco tiempo se viralizó, la escribí con dolor e impotencia. Con ganas de romper los gritos que tantas mujeres callan. Necesitamos políticas de estado reales y contundentes que sean capaces de salvaguardar a las personas, necesitamos criar seres humanos empáticos, capaces de entender realidades, de respetar y denunciar todo aquello que atente contra la integridad de ellos y de quienes les rodean. Necesitamos la libertad de caminar seguros por donde elijamos, de romper las cadenas del silencio y del miedo, de comprender que se trata de que #NadieMenos .


Nuevamente vuelvo sobre la las letras de Lejárraga: "...callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma de esclavas", y no dudo más: el silencio y el miedo son lo que nos mata, el machismo y cualquier otro término similar son apenas la punta del iceberg, son las armas que estos personajes terroríficos toman con sus asquerosas manos, para hacer de las suyas siempre que quieren.

¡A romperlos!

PD. Este artículo buscó tener un orden lógico, y terminó convirtiéndose en un laberinto de ideas que tomó algo de forma. La alusión a la biografía de Lejárraga busca darle mayor contundencia y contexto. Además, al ser este el primer artículo del blog tras su cambio de nombre, busca también ser una suerte de "homenaje" a Rosa Montero, porque además de fascinar con sus obras, hace que siempre vuelvan a mí las ganas de escribir.

Loca, ¿la de la casa?

La loca de la casa es una exquisita obra de mi autora favorita: Rosa Montero. La leí hace ya algún tiempo pero no dejo de acordarme de cada página. Me imagino esa introspección que logró hacer, me imagino cómo debe haberse sentido al desnudar su mente y su vida en un libro.

Las casas son como personas. Sus paredes exteriores cuarteadas, sus ventanas mirando como si quisieran grabarse lo que sucede fuera; y adentro, ¿qué hay? magia, locura, secretos, tiempo. Somos quizás como una casa, nos edificamos, nos renovamos, guardamos dentro tantas cosas que seguramente no conocemos por completo. 
Me tomo un poco el nombre de esta obra maravillosa para darle una nueva personalidad a este espacio digital. Loca, la de la casa; altera el orden del título de la obra porque sé que eso es de ella, de Rosa. Pero de cierto modo siento que, al igual que ella (pero con una experticia que no le llega ni a los talones y con una pauta que me marca sin prisa) este blog es también un espacio que personifica la relación que mi imaginación tiene conmigo.

Antes se llamaba "Just Whispering" (porque creía que escribir era también susurrar, por eso les dejo la descripción antigua del blog en esta entrada), pero ahora sé que mis letras son la mayoría del tiempo un yo que adquiere distintas caras y distintos cuerpos; que otras veces no soy yo sino alguien más, que escribo para curarme y también para curar, para contar y para SER.

Anexo:

Just Whispering...

Porque a veces lo único que queremos es susurrar,decir lo que pensamos en "bajito". Cuando susurramos esperamos que alguien nos escuche... sólo ese "alguien", nadie más. Porque luego de un susurro queda un "cosquilleo" suave y delicado de las palabras; porque a veces los sonidos fuertes, agudos y chirriantes, no son la mejor forma de desahogarnos... podemos gritar despacito.. y las palabras gritan mejor cuando están escritas.

¿Roles?

  Hoy tuve que asistir a una reunión con mi hijo porque, a veces, el plan no sucede como estaba pensado. Estuve casi 30 minutos en una sala ...