La pequeña silla se tuerce un poco hacia los costados, la cámara la enfoca, ya no presto mayor atención a lo que dice la candidata. El mensaje -el único- está entendido, y es lo único que logro rescatar de sus casi 10 minutos de diálogo con el experto entrevistador.
No dijo más, las palabras de relleno y frases vacías colmaron el diálogo. Me detengo a pensar en lo burdo del recurso, mostrar una diminuta silla para hacer gráfica una intención, porque nos toman por tontos, nos ven seguramente como seres de un que realmente pudieran sentarse en la silla de juguete.
Este año está marcado, en Ecuador, por una nueva coyuntura electoral. El domingo 24 de marzo se aproxima, y con él la incertidumbre de quiénes serán las nuevas autoridades de las 24 provincias de nuestro País.
La campaña comenzó oficialmente el 05 de febrero y culminará el 21 de marzo, y mientras este periodo transcurre los ecuatorianos somos el blanco de infinidad de mensajes (algunos coherentes, y otros no tanto) por parte de los candidatos a las más de 5 mil autoridades principales: alcaldes, prefectos, concejales urbanos y rurales, miembros de las juntas parroquiales e integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS).
Entre tanto, la campaña política y la misma política no han dejado de tener un rostro vulgar y con sonrisa burlona, no han dejado de ser el monstruo que nos acecha cada cierto tiempo y que se alimenta (mayoritariamente, espero) de la oportunidad que ven algunos de ocupar un sitial que les garantice un sueldito racional, un salto a la palestra pública, y un puesto más cercano al bolsillo de los ciudadanos. El poder está, penosamente, embarrado de estiércol hasta el borde.Todavía intento pensar y creer que hay seres humanos éticos y dignos para ocupar los cargos que serán designados durante tras la jornada del 24 de marzo.

Sobre uno de estos casos, particularmente, me atrevo a decir que la lucha por la igualdad de género no se puede resumir a una chancleta rosada y parodias que dejan a las mujeres como títeres de la política. Resulta, además, doloroso y vergonzoso que una candidata se agarre de una coyuntura que lastima, para atraer votos.
Curioso además que con su "experiencia en comunicación" no se haya tomado el tiempo para analizar los mensajes de sus piezas de campaña. Curioso que se atreva a decir que es "promujer", y que no se haya detenido medio segundo para analizar lo mucho que ese término abarca.
*Nota para el lector: los ejemplos citados son solamente eso, ejemplos. Y no constituyen bajo ningún motivo una "acusación" directa a los involucrados.
Y es que repentinamente a unos cuantos les ha dado por repartir abrazos a los niños, ancianos y a cualquier ciudadano que se les ponga al frente. Se les ha ocurrido montar espectáculos musicales porque, para mala suerte de nuestro pueblo, así se consiguen votos, porque "pan y circo" se juntan para ser la mejor estrategia, porque la ansiedad de poder se frota las manos antes de abofetearnos.
No dudo de la capacidad de los nuevos políticos, tampoco de los viejos. De hecho, conozco algunos perfiles (a los que aprecio mucho) que de cierto modo renuevan mi esperanza y me hacen creer que es posible proponer acciones sesudas en pos de un cambio positivo para la sociedad. Pero nada de eso le hace ni un poco de sombra a la decepción que siento al ver a los muchos payasos usando corbata, listos para atacar.
Nuestro deber como ciudadanos es conocer bien a los candidatos, sus perfiles y propuestas, solo así podremos votar concienzudamente y no ser causantes del constante naufragio político en el que está nuestro país.
Las elecciones, nuevamente, son ese momento crítico que nos deja en plena vulnerabilidad. Porque sabemos que el fraude estará a la vuelta de la esquina, porque conocemos la poca preparación profesional de un grupo considerable de candidatos, porque algunos candidatos piensan -y vuelvo en este momento al ridículo elemento de la diminuta silla- que nos pueden ver sentados en un artefacto así (haciéndonos pensar que podremos ser activos partícipes y críticos de sus propuestas), y colocarnos en una casa de muñecas para jugar con nosotros a su antojo.