Femicidio, miedo y silencio







Una nota de Diario Expreso cita que, según la Red Nacional de casas de acogida, cerca de 600 mujeres fallecieron en Ecuador desde 2014, víctimas de violencia de género; y que solo en 2018, hasta el 18 de noviembre, se registraron 75 femicidios a escala nacional.

Resultado de imagen para femicidioEl tercer mes de 2019 está cerca de iniciar y ya se han registrado dos muertes violentas de mujeres, ocasionadas por sus parejas, violaciones e historias de acoso se repiten a diario como si se tratara de una serie de terror que no encuentra su capítulo final.



El solo término es capaz de helar la piel. "Femicidio", lo escribo , me tiemblan los dedos, se me congelan,y cada una de sus letras me raspa el alma y hace que en mi corazón se desgarre una herida que no tiene intención de cicatrizar. Y digo cicatrizar porque es probable que escuchemos de nuevos casos a diario, que pase el tiempo y el dolor se atenúe, pero la piel queda lastimada, en ella queda la señal de cada vida que se pierde, de cada golpe, de cada grito que fue ahogado, y cada lágrima de las mujeres que ya no están.

Cierro mis ojos y pienso en Diana, en Martha, en aquella mujer que murió a manos de su expareja en Pisulí. Pienso en todas las mujeres de las que una cercana amiga uruguaya me habla: "Boluda, acá y en Argentina todos los días escuchamos que matan a mujeres, que las secuestran, que las golpean". Y sí, yo pienso que acá también, que en todos los rincones del mundo esto pasa todos los días y cada vez más. Y pienso también que tal vez antes también ocurría, pero que ahora cada situación se vuelve más visible porque estamos hiperconectados, porque las redes sociales nos muestran las imágenes en crudo, porque vemos que el acoso y la violencia es tan común, que tal vez compartir una historia más (propia o ajena) puede inflar ese colchoncito de apoyo en el que sentimos que caemos cuando "a alguien más le pasa".

A Martha la violaron de la forma más despiadada -aunque dudo que haya una forma "piadosa" de ejecutar un acto tan atroz- entonces me retracto del adjetivo y diré solamente que la violaron en una reunión de amigos. A Diana su pareja le clavó un cuchillo varias veces en el cuerpo hasta matarla (estaba embarazada, no solo la mató a ella), un hombre acabó con la vida de su expareja en plena vía pública, en plena luz del día. Una joven es perseguida desde hace varios años por un hombre, él la sigue a donde va, la espera a la salida de su universidad, la observa con morbo y maldad, la acosa. Otra mujer fue ultrajada por un taxista cuando iba camino a su sitio de estudios. No me alcanzarían las líneas para nombrar todos los casos que han ocurrido al menos últimamente, y esos son los que conocemos. ¿Cuántos nos faltan por conocer? ¿Cuántos ocurren a diario y siguen siendo invisibles?

Luego, escucho también que es el machismo el que nos mata. Y me detengo para analizar si en serio es eso, y dudo. Escucho pregonar que "el patriarcado se va a caer", y dudo nuevamente. Porque no se trata solamente de acabar con estructuras sociales retrógradas, sino de acabar con una figura oscura que nos ataca: la violencia (de hombres hacia mujeres, de mujeres hacia hombres, de algo que va contra algo, sin etiquetas y sin prejuicios). Además, dudo porque veo que el feminismo de cierto modo perdió el norte (¿Será feminismo protestar con los pechos al descubierto, atacar a las iglesias y parodiar religiones? Lo dudo. Pero de esto tal vez hablaré en otro artículo):

Por coincidencia -o no- este texto ocurre casi a la par con la reciente lectura de la reseña biográfica de Rosa Montero sobre María Lejárraga (esposa de Gregorio Martínez Sierra). María siempre -o casi siempre- escribió las obras que publicaba su marido, lo único que quizás era del puño y letra del casi holgazán era solamente su firma.

María, como muchas otras mujeres prefirió el silencio, tal vez su pareja no mató su cuerpo, pero sí mató su talento, y eso también resulta ser violento. Las letras se volvieron el bote salvavidas de María, y en uno de sus ensayos convierte a su marido en un muñeco parlanchín que habla, sin querer, con otra voz (la de María). En la biografía de Montero sobre Lejárraga, cita a uno de sus ensayos: "Las mujeres callan porque, aleccionadas por la religión, creen firmemente que la resignación es virtud; callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma de esclavas". Y con esas palabras María se esconde, en uno de sus ensayos, tras la firma del hombre con el que vive o, en su defecto, del hombre con el que muere. 
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El rostro de María es frío. Su mirada es extraña, sus labios parecen contenerse para no gritar mil palabras. El rostro de María es misterioso, profundo y extraño. Su rostro es tal vez el reflejo de sus días.

Y veo que las mujeres hemos sido blanco de atrocidades desde siempre, y vuelvo sobre intentos vanos por explicar o explicarme por qué. Sobre la violación a Martha escribí una carta que en poco tiempo se viralizó, la escribí con dolor e impotencia. Con ganas de romper los gritos que tantas mujeres callan. Necesitamos políticas de estado reales y contundentes que sean capaces de salvaguardar a las personas, necesitamos criar seres humanos empáticos, capaces de entender realidades, de respetar y denunciar todo aquello que atente contra la integridad de ellos y de quienes les rodean. Necesitamos la libertad de caminar seguros por donde elijamos, de romper las cadenas del silencio y del miedo, de comprender que se trata de que #NadieMenos .


Nuevamente vuelvo sobre la las letras de Lejárraga: "...callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma de esclavas", y no dudo más: el silencio y el miedo son lo que nos mata, el machismo y cualquier otro término similar son apenas la punta del iceberg, son las armas que estos personajes terroríficos toman con sus asquerosas manos, para hacer de las suyas siempre que quieren.

¡A romperlos!

PD. Este artículo buscó tener un orden lógico, y terminó convirtiéndose en un laberinto de ideas que tomó algo de forma. La alusión a la biografía de Lejárraga busca darle mayor contundencia y contexto. Además, al ser este el primer artículo del blog tras su cambio de nombre, busca también ser una suerte de "homenaje" a Rosa Montero, porque además de fascinar con sus obras, hace que siempre vuelvan a mí las ganas de escribir.

1 comentario:

Unknown dijo...

"Laberinto de ideas" que toma forma ante los ojos y en la mente. Toma al final forma de dolor ante el sentir de la impotencia propia ante la maldad humana. Muy bien descrita el alma lastimada de la autora de este artículo, o más bien, de este relato que te lleva fácilmente a la reflexión.

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