que se juntaban con dos cintas, como manos que se ataban.
Cuánto tiempo había pasado desde aquella triste tarde
en que dos se separaban.
Cuánto tiempo se miraron para que los ojos griten lo que negaron las palabras.
Cuánto tiempo se perdió por alguna razón cobarde.
El adiós golpeaba el rostro de los dos enamorados
mientras rasgaba el corazón un intenso grito callado.
Se detuvo el reloj de arena y caminaron por vez final
un largo sendero de piedras por el que no volverán a andar.
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