Quedó al rededor el aire,
el espacio que dejaste.
¡Que vacía está mi vida al saber que no puedo amarte!
Como dardos que apuntaban a ese centro de verdades, se clavaron tus palabras
y tus besos, hoy, me arden.
El vacío me golpea y deja todo al descubierto,
olvidé que no tenerte era el final de este cuento.
Dejas todo, me lastimas.
El dolor quema y no me miras.
Palpita en lo más hondo el cariño que tenía.
Y hoy, que terminó todo, el vacío de tu ausencia oprime, clava, asesina...
Me tomo un poco el nombre la maravillosa obra de Rosa Montero. Altero el orden del título porque sé que eso es de ella, de Rosa. Mis letras son la mayoría del tiempo un yo que adquiere distintas caras y distintos cuerpos; otras veces no soy yo sino alguien más, escribo para curarme y también para curar, para contar y para SER.
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