¿Hacer para ser?

Sucede que en los últimos días me he sentido un tanto admirada y conmovida al ver algún anciano por la calle. Me impresiona ver la fuerza con la que muchos de ellos todavía caminan eternas cuadras (sin importar si hace sol o hace frío), o cómo se aferran a las barras de los buses y se sostienen de ellas para no perder el equilibrio cuando el vehículo acelera. A veces me quedo perdida en esos rostros y manos arrugadas y me encanta pensar “qué” hay detrás. De hecho estoy segura de que todos (o por lo menos la gran mayoría de ellos) tiene alguna historia que contar, una historia que vale la pena.

No niego que disfruto de los años jóvenes, pero preocupa ver a la sociedad estancada en una suerte de relativismo profundo lleno de actividades que no tienen significado, que importan solamente en el momento, que están bien o mal, pero al fin y al cabo eso da igual (aclaro, no siempre;pero es algo que se da en repetidas veces).

No entiendo aun cómo la mente de algunas personas se limita solamente a la exaltación de lo externo. Quiero decir que puede haber gente preciosa por fuera, pero por dentro está podrida, gente “llena de vacío”. Habrá entonces que hacer un balance entre lo que se ve y lo que no . Con lo que “se ve” no me refiero al 90-60-90 en las mujeres y a medidas ideales en los hombres (en caso de existir). Me refiero a verdaderamente “brillar” por fuera; pero por rasgos que valgan de verdad la pena. Por una mirada sincera, por actos honestos, por reacciones correctas, por tener coherencia entre el pensamiento y la acción.

En una sociedad llena de medidas y estereotipos; en una sociedad bombardeada de imágenes de lo supuestamente “perfecto”, las personas están totalmente cegadas y olvidan que más allá de sus narices hay un mundo que se está cayendo a pedazos.

No pretendo que todo esto suene a un discurso enfadado en exceso (y, encima, trillado) con la gente y el mundo, al contrario. No estoy, tampoco, en contra de todo. Pero sí estoy en contra de que las personas olviden su esencia, olviden lo que realmente les hace “ser”. La vida no está tan larga como para gastársela en cualquier cosa; al final habrá que hacer que las arrugas valgan la pena. Tal vez ni siquiera es el final, sino a penas el principio. Algún tipo de “inicio al revés”. Sería mejor ver el tiempo que pasó y saber que de verdad fuiste alguien, que hiciste algo de ti; que no te hicieron; que no fuiste el conejillo de indias de las ideas del posmodernismo o de cualquier época; porque tal vez sea ya demasiado tarde para revertir el efecto.

Desenredo

Hoy no quedó más que la madrugada y la luna.
Tengo el anhelo incesante de tenerte cerca mío
y,aunque no pueda,
con pensarte siento que por un momento estás conmigo.

No encuentro razones, buscarlas es tiempo perdido.
Solo se que hoy existimos, que hoy somos
y que mañana recorreremos un poco más de nuestro camino.

Paso el tiempo y los días desenredando mis sueños,
analizando los días, pensando lo que no pienso.
Se me quedaron las palabras colgadas en alguna estrella;
mis labios no dicen nada, el alma solo te sueña.

Piensa también en mi, espera...
Que los sueños con los que hoy dormimos, con el tiempo, se despiertan.

Confesiones

Confieso que te miro
confieso que te pienso,
que pienso que te espero
y siento que te quiero.

Escucho que la lluvia
golpea mi ventana
y viene a romper el silencio
algo como tu mirada.

Confieso que no pierdo
ni un momento para pensarte
y que no callo tu nombre
que al corazón, no le gana el silencio.

Confieso que voy perdiendo
parte de lo que soy
que me ganó el sentimiento
que me bloqueó la razón.

Me sobran,hoy, las razones
para soñarme contigo.
Confieso que tengo todo,
si te tengo cerca mío.

Estrellas...en el piso

Hace tiempo que no escribía algo nuevo para mi blog. No encuentro todavía la razón precisa. Talvez la falta de inspiración en los últimos días no ha sido de mucha ayuda para darle "un toquecito más" a este espacio web; pero no voy a justificarme tanto, porque aquí estoy, y luego de caminar por las calles de Montevideo, creo que encontré una razón para escribir (digo, siempre hay razones...pero el tiempo, las ocupaciones, en fin...decía que ya estoy aquí).

Luego de casi una semana de aguaceros sin parar en Montevideo, finalmente hoy en la tarde salió el sol; así que después de tomar el clásico té con galletitas de la tarde, salir a caminar un rato por "La Rambla" (una avenida bien alaja de acá) no fue tan mala idea. El cielo tenía una tonalidad amarilla -medio oscura- que contrastaba con un celeste brillante en la parte superior.Me acordaba de una frase que mi abuelito solía decir: "Arreboles amarillos...ni pastos,ni quesillos.Arreboles colorados...aguaceros continuados", entonces, ojalá el buen clima le vaya pudiendo a las fuertes lluvias.
Las luces de los postes se veían más brillantes de lo normal y el "pum-pum-pum" de la música de Parque Rodó (en el que hay Rueda Moscovita, juegos para niños, el "Samba" -versión montevideana de nuestro "Tagadá"- , etc) me sonaba un poco lejano, estaba encantada con la brisa casi fría que me tocaba el rostro y concentrada en la piedrita que iba pateando hasta llegar a "La Rambla".
No es tan largo el camino que hay que recorrer para el lugar que cuento -talvez unos 10 o 15 minutos máximo a pie- pero el corto lapso de tiempo bastó para que, al llegar, ya el cielo se haya tornado oscuro. Al salir de la casa me "robé" una estrella del cielo (la única que había hasta entonces, recordando el típico jueguito de la niñez de cogerse una estrella y pedir algún deseo...Lo curioso es que suele ocurrirme que, cuando hago eso, no me acuerdo ya del deseo al poco rato, y no logro imaginar cómo sería mi vida si todos los deseos que pedí cuando era enana se hubieran cumplido. Talvez hubiera tenido una bicicleta súper chévere o mis pas me hubieran regalado el juego de mesa "La Herencia de la Tía Agatha" en vez de "Life" en alguna navidad...)
Pero no me desvío de la idea principal...al llegar a la Rambla nos sentamos (con Estefi, mi amiga) en una de las banquitas que hay allí; el viento soplaba más fuerte y empezaron a aparecer más estrellas en el cielo. El paisaje me hipnotizaba...a lo lejos se veía un par de luces de barcos que navegan lejanos por el Río de la Plata (que a mí me parece mar, porque tiene olas -pequeñas, pero olas al fin- y arena y bueno, lo que se ve en una playa).
No estuve mucho tiempo sentada allí, estimo que fue exagerando una media hora, pero bastó para rematar la jornada del sábado, me llenó de una especie de tranquilidad, y al pensar en una que otra cosita, me trajo "una felicidad de esas buenas" (para quién entienda esa expresión).
Al volver, comentaba que me gusta mucho ver cómo hay en el pavimento algunas piedritas (o lo que sea) qe adquieren como un "brillito" con las luces del alumbrado público, no se si lo entiendan, pero es una especie de brillo totalmente esporádico que me divierte mientras camino...y, de cierto modo, me recuerda a las caminatas por las calles de Quito y ese sonido de las llantas de los autos que pasan presionando el pavimento y hacen "qqssshhh".

Ahora tengo en la mente la idea de que no es tan complicado estar lejos de "la tierra de uno" si los recuerdos siempre están. Al fin y al cabo; el acto de recordar siempre hace que, de cierto modo, volvamos a vivir. Fue como ver el brillito de las calles que, aunque esporádico, se me hacía medio parecido al brillo de las estrellas (que están bien lejos) pero van siempre con uno, cuando camina (por las calles, ya sea de la ciudad o...de la existencia).

El que mucho se despide...

Hoy no me perdí ni medio detalle, nisiquiera me dormí en el viaje con el afán de ver la carretera. Era como si quisiera memorizar cada milímetro del camino, para guardarlo en la memoria y desenterrarlo de vez en cuando para sentirme más acá que allá (cuando toque, claro).

Aunque me perdí de las empanaditas de viento de ambato, los helados de salcedo o algún manjar del camino (porque veníamos de apuro), no sentía tanto antojo como otras veces; estaba con la mente en otro lado,y un buen porcentaje del tiempo estuvo bien concentrada en qué iba a escribir...

Sucede que hoy dejé un poquito más lejos de lo normal a mi Guaranda (capital de la provincia de Bolívar, para los que no sepan); una ciudad chiquita pero, aunque suene trillado, para mí es grande; y confieso que es enorme mi deleite en cada visita.

Aunque soy guayaquileña residente en Quito -desde hace "fuu" , como dirían por ahí- , de padre lojano y madre guarandeña (y en ese último punto encontrarán la razón de mis continuas visitas a la Ciudad de las Siete Colinas), debo confesar que tengo alguna extraña debilidad, afición o algo que hace que me vea envuelta con una fascinación casi extrema por este lugar. Me encanta, sí. Y me lleno de emoción cuando tengo la oportunidad de ir.

He dejado algunas cosas allá. Y esque los ojos de esa ciudad han visto bastante. Luego de 20 años de ir bien seguido, no solo me gané excelentes amigos, sino también una que otra vivencia de esas que no se olvidan... de esas que capaz vive todo el mundo, pero a mi me marcaron con fuerza; porque no estaba donde vivo, sino en otro lado.

Guaranda me vio posar (por primera vez) un cigarrillo en mis labios, y atorarme con el humo y aprender a hacer el famoso golpe con los sabios trucos de mis amigas...pero eso sí, escondidas detrás de alguna pared en un sitio alejado del centro, en la terraza de alguna casa, o -cuando ya eramos "grandes"- en alguna esquina del Parque Central, pero rodeadas de gente porsiacaso pasaba algún conocido...

En Guaranda pisé, por primera vez en mi vida, una discoteca; y me aguanté la vergüenza de que me entraran a buscar a la hora de la cenicienta porque hace unos años aun no había señal de Movistar (que en ese entonces era Bellsouth), y yo tenía 15 años y...y bueno...

De Guaranda fue el primer amor platónico que tuve (emoción sin sentido que me duró unos 4 años) y ahí mismo -cuando ya ni me gustaba- me sentí bien porque ahora era él quién quería estar conmigo; noticia que me cayó de sorpresa la misma noche que me escapé por primera vez sin permiso de mis papás a farrear en una discoteca de allá.

En Guaranda pude pasarme horas y horas de cajera en un almacén que tuvo mi tío; ahí mismo me aprendí los nombres de todas las telas que había y, a mitad de las vacaciones, atendía con solvencia a los padres de familia que compraban las telas para los uniformes de sus hijos; ya sabía qué color y tipo de tela era la que debían adquirir de acuerdo al colegio, sabía cuánto debían llevarse de tela para un pantalón, una falda (con tablones, sin tablones)...todo.

En Guaranda aprendí a manejar, a los 12 años, con lecciones "intensivas" del abuelito dando vueltas y vueltas al estadio; luego ya iba a las calles a sabiendas de que mi abue iba frenando con el pie desde el puesto del copiloto (maniobra que,obviamente, no da resultado) y yo iba cruzando los dedos para que ningún policía se asome...

En Guaranda probé la comida más rica del mundo (a parte de la de mi casa). No perdía ni medio segundo para ir a las tortillas de maíz de doña Mariana, las Fritadas de doña Valvina, las caucaras de Mama Carmen, los cuyes de Chimbo, o los "Agachaditos" (que hay en todo lado, creo). En Guaranda le di un gustito a mi paladar con los "Helados de cacho" del mercado, o los helados de paila del Parque Infantil...

De Guaranda saqué algunas leyendas que espero contar a mis hijos y nietos,pero... ¡Con todas las de ley! Porque no solo las escuché de boca de mi primo mayor (que hacía que todos los primos menores temblemos de miedo cuando las contaba), sino que estuve en cada "sitio de los hechos". Conocí el hospital de la Cruz Roja (desde el que salía, cada noche, una enfermera loca a buscar alguna inocente víctima); vi el famoso "Árbol de la mano" (en el que colgaron la mano de algún héroe de la independencia), vi la tumba del "Xoxo" (mecánico que hizo algún negocio chueco con el de abajo y días después murió sin pena ni gloria); y, aunque no quepa tanto en la categoría de leyenda, he visto a Simón Bolívar quedarse con y sin espada cada de vez en cuando (y,pese a eso, sigue bien erguido y con la mirada fija en el infinito en los altos de la pileta del Parque Central).

He escuchado callar -por un tiempo y hasta tener arreglo- a la sirena del Parque a las 12, tres, seis y nueve (de la noche o del día); he visto a todos los conocidos y los no tan conocidos saludarse entre ellos, he visto a algunos viejitos salir a conversar en el Parque hasta que la sirena grite las seis de la tarde. Y también me he pasado horas de horas con mis amigos "moldeando" la vereda...¡y esque hasta esquina fija tenemos!

Hay tantas y tantas cosas que podría contar pero no voy a escribir algo tan largo... Guaranda vio a mis pies levantarse por primera vez "Al golpe del carnaval" y seguro verá mucho más; pero aquí dejo resumida la constancia de lo que refleja (hasta hoy) mi mente cuando se acuerda de Guaranda. Para que tiren la lanza por la ventana y me hieran el pecho pero no el alma, porque si el pecho de cristal fuera, podríamos ver los corazones, porque quiero chicha y no trago,porque así se hace, así se hace...
Luego de todo tienes derecho a sentirte maltratado,
a verte pisoteado por el eco de un silencio
que logra perpetuar su presencia atravesando tu vida, matando todo.

Antes de que la mente te gane el juego
deja resbalar todo el resentimiento.
Hacia la deriva vas en un barco abandonado
en el mar de tus lágrimas con tu esperanza como faro.

Aunque se apaguen tus sueños y te abandonen tus pasos
golpea con fuerza al miedo;
avanza aunque a veces te haga daño.

Porque no existe temor más grande
que aquel que jamás conociste.
Ni hay vida más llevadera que la que pasa contigo
en vez de pasar por tu lado.
Sentada ahí, sobre una torpe hilera de palabras,
trazó lentamente un suspiro que congeló el sentimiento con su frío.

Ahí,con las pupilas fijas en el tiempo,
tratando de arrancarle un grito al silencio de lo incierto.

Detrás, atravesando con sus pasos el umbral,
por fin pudo mirar.
No había más que el abrazo roto
recogiendo algunos besos atados a la espera y al remordimiento.

Para revivir al cielo

Una brisa fría rodeó el silencio
y congelando el pensamiento se marchó.
Iba muriendo, poco a poco, con el andar de los días.
Él forzaba un respiro aclamando: "Ella es mía".

¡Cuántos infiernos incendiaban la noche amordazada por las dudas!
Ideas consumiendo la lógica, haciéndola nada.
¡Cuántas estrellas murieron apagándose poco a poco!
...Cuánto tiempo...

Con el negro cielo que envuelve este secreto,
brilla la luna en lo alto
y te acariciará su luz
susurrándote mil te quieros.

Que corran los minutos
para resucitar el cielo,
para recorrer lo oscuro
y darle luz con nuestro vuelo.

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