Sentada ahí, sobre una torpe hilera de palabras,
trazó lentamente un suspiro que congeló el sentimiento con su frío.
Ahí,con las pupilas fijas en el tiempo,
tratando de arrancarle un grito al silencio de lo incierto.
Detrás, atravesando con sus pasos el umbral,
por fin pudo mirar.
No había más que el abrazo roto
recogiendo algunos besos atados a la espera y al remordimiento.
Me tomo un poco el nombre la maravillosa obra de Rosa Montero. Altero el orden del título porque sé que eso es de ella, de Rosa. Mis letras son la mayoría del tiempo un yo que adquiere distintas caras y distintos cuerpos; otras veces no soy yo sino alguien más, escribo para curarme y también para curar, para contar y para SER.
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