Me tomo un poco el nombre la maravillosa obra de Rosa Montero. Altero el orden del título porque sé que eso es de ella, de Rosa. Mis letras son la mayoría del tiempo un yo que adquiere distintas caras y distintos cuerpos; otras veces no soy yo sino alguien más, escribo para curarme y también para curar, para contar y para SER.
Reto
que todo lo que dí no te deja olvidarme.
Hoy se escapa la razón y dejo al corazón que diga todo lo que sabe.
Un pasado que se pierde,
un futuro y un presente que dominan lo que soy.
Y se que mirar al frente me resulta indispensable en la despedida de hoy.
Puedes ya marcharte, no lo impido.
Lo único que exijo es que no olvides lo que digo.
Te devuelvo el corazón
pero guardo lo que juntos hemos vivido.
A ver si puedes sentir lo mismo por alguien más que aparezca en tu camino.
A ver si cierras esa puerta y no regresas.
A ver si no vuelves suplicando que le regrese a tu corazón todo lo que me ha compartido.
Respiro
Trato de hablarte impidiendo que digas lo que has pensado.
Busco una razón buena y sólo encuentro tu sonrisa.
Me veo perdida en un deseo tuyo, en lo que has hecho de tu vida.
El eco de tu voz ha ido fundiéndose con el viento.
Pero a veces siento que una brisa me acaricia
y el recuerdo de lo dicho rasga el pasado y el tiempo.
Se ha fugado toda la ilusión al recordarte.
Lo poco que de tí ha quedado se impregnó en mis rincones.
Me arrebataste un suspiro con tu ausencia interminable.
Si el corazón ha sentido es difícil engañarle.
Un suspiro por tu risa, tu voz rasgando el tiempo, un aroma en la distancia...
No podré vivir sin aire.
De lo que puede ser.
Cuando te siento un tanto extraño y no quiero que me dejes.
Cuando sonríes y puedes hacerme sonreir.
Cuando no puedo hacer más que perderme en tu mirada; cuando quiero ser, de nuevo, parte de ti.
Todo se ha vuelto tan esporádico, tan fugaz, tan loco.
No soporto verte tan lejos, sólo en sueños.
Cuando imagino y recuerdo, cuando te pienso y te pierdo.
Una mirada mía recorre apresuradamente el pasado y me doy cuenta de que la única solución es seguir contigo y a la vez sin ti. Sólo seguir viviendo.
Lo que fue
desde que una mirada tuya derramó todo su encanto sobre mí.
Has desvestido mis sueños con tu loca gratitud.
Has detenido mi tiempo, lo has enfrentado a mi suerte y me llenaste de luz.
Fortaleciste todo lo que, hasta entonces, era débil en mí.
Te quedaste en cada espacio, en cada segundo,en el recuerdo de lo que viví.
Nada sin tí está completo.
No te vayas, no me dejes; quiéreme a mí, sólo a mí.
Sólo ideas..
Y es muy fácil intentar decir "te quiero" a lguien nuevo, pero como tú...no hay igual.
Aunque intente olvidar hoy tus palabras,
no hay nada más difícil que decir que te pienso y te extraño como a nadie,
que quisiera verte siquiera un segundo junto a mí.
Y no puedo dibuajerte en las estrellas, te marchaste y no han vuetlo a aparecer.
Sólo sombras me acompañan en mis días, vete pronto o vueleve de una vez.
Si no vienes más no volveré a ser lo que era,
la esperanza me deja, me acompaña la idea de tí,
me desespera tu recuerdo, me mata tu ausencia.
¿Hoy qué?
Como saber porqué esta duda perturba mi mente.
No he podido hasta hoy estar segura de lo que siento.
Me acostumbré a verte, a quererte más cada día, sin pensar en mí, sólo en lo que un día “pudo ser”.
A veces te siento tan lejano, y otras tan cerca.
Como si no verte bastara para no recordarte, para no seguirte queriendo…
Solo me queda saber que el extraño anhelo que tenía hace poco, hoy se convirtió en recuerdo, hoy murió, hoy se fue.
Se fue y ha dejado una huella en mi vida
Ha lastimado lo mas profundo de mi ser.
No se si me equivoqué al creer en tí, talvez no…
No se si deba dejarte, No estoy segura, pero es lo mejor.
Cuando los "fantasmas" son verdaderos

Aquella madrugada se despertó con unas ansias de escribir como nunca las había tenido antes, la tenue luz brindada por la vela en su escritorio alumbraba de la manera más pobre los papeles que habían quedado sobre la mesa desde la noche anterior. Se levantó “con las justas”, la vela ya se había consumido y la llama estaba a punto de alcanzar las hojas.
- ¡Tremendo incendio me ibas a ocasionar!
Apagó la triste llama con un soplo que denotaba rabia, dolor e impaciencia. Se fregó los ojos como intentando retenerse, pero de nada le sirvió; aparte el vecino había encendido su camión para irse a trabajar. ¡Cómo sonaba ese pedazo de chatarra destartalado! Y eso no era lo peor, el sonido parecía hacerse más intenso mientras más se alejaba; parecía que el camión iba arrojando el eco de sus pasos conforme avanzaba y a Edmundo eso le causaba mucho fastidio. Si no lograba conciliar BIEN el sueño antes de que el vecino se marche algo era seguro: No podría dormir.
Le había pasado tantas veces que ya empezaba a acostumbrarse, solía quedarse sentado contemplando las hojas y sosteniendo la pluma en la mano derecha, volviéndose loco con solo imaginar la tinta negra revolviéndose en el tintero y empezando a secarse por falta de uso.
La palidez ya no se le notaba y las ojeras parecían el único relieve de su rostro.
Intentó regresar al catre para recostarse de nuevo, pero al voltear y dar la espalda al escritorio metió el pie en el bidet, estuvo a punto de caerse y lo único que sus débiles manos alcanzaron fue el espaldar de la silla vieja.
- ¿No vas a dejarme en paz? Y ahora has de querer que te agradezca, y me has de tener sentado todo lo que resta de la madrugada, y el día que viene y la semana y… ¡Está bien, está bien! ¡Me siento, ya basta!
La voz parecía quebrársele, como si un llanto desesperado quisiera escapar; pero sobre ese llanto pesaba la fuerza de su voz y la dureza de sus palabras que no atravesaban las paredes por miedo a derrumbarlas y dejar la pobre casa en “nada”. Y lo que es peor, por no dejar al descubierto la imagen de aquel enjuto hombre olvidado por todos los que vivían en la cuadra; su imagen era recordada solamente por la señora Quezada, la única que tenía hijos pequeños en el sector. El resto de “niños” (ahora jóvenes) habían pasado ya todos los miedos y se creían inmunes a las amenazas que la señora Quezada les hacía para que se alejen de los bolones recién hechos que dejaba en el mesón y al alcance de la ventana.
- ¡Ojalá que el muerto ese que vive acá alado les jale las patas de noche!
Y no solo con ellos, los niños soñaban con la voz de su mamá diciéndoles: “Cómete la sopa o llamo al vecino para que te la dé el mismo…¡No has de poder negarle una sola cuchara, a ver si siquiera te atreves a mirarle a los ojos!”. A veces le encantaba encarnar al temidísimo “cuco” en el pobre hombre: “Si no te duermes temprano viene el vecino y te come”, “…eso, desobedéceme y verás como viene corriendo el vecino y te lleva bien lejos encerrado en un costal!”.
Así se las pasaba el pobre Edmundo, ya no era una persona; era una amenaza cruda, una condición para que los “bebes” no se hagan malcriados. Se sentaba y se rompía la cabeza tratando de traer alguna idea para plasmarla en el papel, parecía que la pluma se le pegaba a las manos y se las quemaba; y era tan real la sensación que sentía el frío ardor de las llagas. Se desesperaba, se mordía los labios resecos, cerraba los ojos, los volvía a abrir, miraba al techo buscando respuestas, miraba de nuevo al papel…moría.
Habían pasado las horas y el día por fin había llegado: Martes 13. (Un día como cualquier otro, pero dejemos eso para otro tiempo; esta vez no sería así).
Con el canto del gallo la señora Quezada ya se había despertado (Que suerte que no tenía la misma sensibilidad en los sentidos que Edmundo, sino también se levantaría y se quedaría en vela luego de que el vecino salga en el camión; entonces este extraño día hubiera empezado antes y la historia terminaría cuando no debe… ¡Qué suerte que no es así!).
Se levantó entonces la señora Quezada, se calzó las chancletas y las iba arrastrando por el solitario pasillo. Hizo lo de siempre, se aseguró de que los niños estén bien, abrió la oxidada cerradura, cogió la canasta, recogió la ropa que estaba en los cordeles y entró de nuevo a su casa. Pero esta vez su entrada fue diferente. Lo hizo de la manera más concienzuda y siempre cuidándose la espalda con rápidas miradas como si alguien la siguiera. Cerró la puerta usando todas sus fuerzas, las mismas que había contenido desde el anterior martes 13. Se acercó tiernamente a la habitación de los niños y para no despertarlos solo les sonrió mientras seguían dormidos. Se sentó en una mecedora que solamente aguantaba su peso, si otra persona se sentaba seguro se rompía en mil pedazos.
Afuera todo parecía pasar con normalidad, pero adentro nada era lo mismo. Pasaban las señoras y le decían que salga. Ella no asomaba ni la cabeza y gritaba desde la cómoda silla: “Martes 13 comadrita! Ni te cases ni te embarques…” . Y lo único que obtenía como respuesta (aunque no le importaba) eran cuchicheos de las vecinas haciendo alusión a su extrema obsesión con las supersticiones.
La pared a la que estaba arrimada la mecedora daba justo con el muro de la casa de Edmundo, hace décadas que vivía ahí y nunca lo había visto. Sabía que le aficionaba la escritura porque el único sentido que tenía extremadamente sensible era el del olfato, entonces podía percibir el olor a tinta que salía desde el abandonado frasco en el escritorio de Edmundo y hasta le causaba un no muy incómodo cosquilleo cuando penetraba sus inmensas fosas nasales.
Toda la mañana estuvo volviéndose loca con el sonido de los golpecitos de la pluma de Edmundo contra el escritorio.
Alcanzó a escuchar un choque de platos, esto la asustó un poco pero luego se percató de que los pequeños se habían levantado. Se levantó desesperadamente de la silla y dio unos pasos inmensos hasta llegar a la cocina. Enojada y hablando “entredientes” en voz muy bajita les dijo:
- Hoy ustedes no despiertan, hoy se duermen.
Y señaló con el dedo y la mirada la dirección que los niños debían seguir hasta llegar a su cuarto. Este parecía ser el único rincón bonito de la casa, pues la señora Quezada había tratado de hacer que parezca lo más alegre posible. Aunque muchos decían que parecía un circo y que había concentrado todo lo que le faltaba a su casa en ese rincón enano, a los niños les gustaba. Ella supo que ya estaban a salvo de nuevo al escuchar el suave golpecito de la puerta al cerrarse; y hasta se sintió complacida, sin poder evitar esbozar una sonrisa en su rostro, cuando escuchó al viento irse entre las sábanas mientras los niños se acomodaban de nuevo para seguir durmiendo.
Regresó a la mecedora y se dejó arrullar por el choque de la pluma con el escritorio. Fue justamente cuando llegó al estado de “dormida y despierta” que se vio acechada por miles de recuerdos, iba volviéndose loca con el frenético deslizar de la pluma de Edmundo y se dijo a si misma:
- Hasta que por fin escribe.
Se sonreía y a la vez se ponía furiosa; pero no podía hacer nada. El lento y desesperante sonido del segundero se volvió melodía en sus sueños, y solamente tenía la sensación de que el final estaba cerca.
-TOC! TOC! TOC!
La señora Quezada respiraba aceleradamente, se aferró a la silla y se quedó estática, pálida; como si el mismo sonido se hubiera personificado y le hubiera hundido una daga en el corazón. Se armó de valor y se dirigió a la puerta. No la abrió, sólo espió por una rendija que había entre la cerradura y el marco de la puerta. Nadie.
No pensó dos veces y se dirigió a la casa de alado, golpeó la puerta muy delicadamente y nadie tuvo la gentileza de abrirle.
- Sólo vengo a decirle que si vuelve a golpear mi puerta de esa forma tan irrespetuosa me veré obligada a quejarme con las autoridades. Y ahí sí que va a ver, va a…
La puerta se abrió y el pesado aire la envolvió como invitándola a pasar. Adentro estaban los niños mirándola de la forma más inocente, callados los dos (como les había enseñado ella a comportarse siempre que visiten una casa ajena).
Le decían adiós con la mano mientras ella se alejaba envuelta en la sombra de un hombre extremadamente delgado cuyos débiles brazos apretaban su cuello. Era como si quisieran sostenerse de ella, tal y como un día (no tan lejano) se aferraban a una silla vieja para evitar una terrible caída.
Por esto, por todo
todo acabó y se nos hundió en el tiempo.
Para aprender a amar hay que callar a veces
y hay que sentir el dolor que intenta retenerte.
Van acabándose las ganas, confundiéndose en un "te quiero",
hoy pienso en todo lo que no dije
y te recuerdo, te recuerdo.
No busco más en lo profundo, ni en el pasado, ni en los silencios.
Prefiero verme contigo; tomar tu mano, sentir el cielo.
Juntar con los tuyos todos mis sentimientos.
Aplacar la vida y los años
hacer del presente "NUESTRO"
y en un abrazo darte todos, todos mis sueños.
Ahora
Hoy que se reflejan en tu rostro las sombras de tu destino
pídeme que me quede contigo por un segundo,
que me guarde en algún rincón de tus pensamientos.
Siento como casi de pronto llega un sentimiento,
envuelto, talvez, en una mirada;
reflejado en algún extraño sueño.
¡Que de pronto ya no existiré!
Y se que te haré tanta falta, que no querrás nada más que verme de vuelta,
pero no podrás... Se también que poco a poco te irás dando cuenta.
Quiéreme mientras puedas,
déjame escuchar el eco de tu risa,
cálate en mis silencios...
Mátame con tu vida!
Sin palabras.
deja que poco a poco caiga y así hablemos sin palabras.
Sé que no puedo vivir si tu vida no me habla.
Sé que tu suave aroma puede desvanecerse con tu partida.
Mírame una vez más; detén el tiempo, calla.
Solamente quiero que sientas como, cada segundo, resbalan las calladas esperanzas.
Duele tu despedida, duele dejar tu alma.
Déjame sola ahora.
Antes de que arranque de tus labios,con un beso, todas las perdidas palabras.
...
de abrazarte almenos por segundos y quedarme siempre así.
Tengo sed de tus besos , tengo ganas de tus ganas,
tengo miedo de mis sueños si de ellos te me escapas.
Tengo todo y tengo nada por quererte junto a mí,
por imaginarte a cada instante,
por quererte así,
por vivir solamente de tu aire.
Quema la impaciencia por tenerte en la distancia,
porque llegue ya ese día de mirarte nuevamente.
Y al estar de nuevo, frente a frente, decirte cuánto te amo.
Haré que sientas este amos que crece día a día,
que me revive, que me enciende...
Pasados
antes de nosotros, antes de lo nuestro.
Antes de que lo bello sea llamado "bello".
Antes de que vinieras, antes de que te marches.
Antes de que me dejes...
Déjame sentirte,
déjame conocerte.
Se que nunca te tuve, y hoy...ya no te tengo.
Sólo déjame recordarte,
deja que te diga lo que siento.
Déjame sentirte distante, pero al fin sentirte conmigo.
Quédate atrapado en mi mente,
ahonda la huella que dejaste en mi vida.
Te sentiré distante porque nunca te ví.
Seguiré queriéndote como siempre aunque duela.
Duele saber que debo guardar ese sentimiento solamente para mí.
Lo callado. (Cuento)
Me vi en el espejo, el reflejo delataba sufrimiento, traición, tristeza.
¿Qué era? Una imagen, un pedazo de tiempo, las “sobras” de lo que fui, o de lo que quise ser un día.
Llevo 7 años aquí, en mi rincón oscuro…
¿Es mi mente acaso? No se cómo, pero por un momento mi realidad se separó de mí.
- Celie! Celie…! (¿Quién llama? ¿Quién busca poner mis pies en la tierra?) ¿Soy yo? ¿No es nadie?
Había pasado ya un buen lapso de tiempo y decidí responder:
- ¿Qué ocurre?
Un silencio frío envolvió mis respuestas y solo logré escuchar:
- No puedo con esto, hija mía: Te amo.
No sé porqué no tuve curiosidad de verla, ¿Por qué iba a hacerlo?.
Esa palidez helada, ese estrepitoso sonido de sus últimas palabras rasgando mis silencios… La noche envolvió mi cuerpo y solamente había una cosa rondando mi cabeza: Mi pasado.
Anduve tanto tiempo por todos los rincones del mundo. Los más fascinantes, los más misteriosos.
Pero lo que me ha dejado así no es un lugar. ¡Vaya! ¡Que fascinada estaría si me hubiera quedado en un lugar!
¿Fue acaso aquella noche la que me dejo así? No lo sé, y sinceramente prefiero no buscar la razón.
Mark me había despedido en aquel puerto marítimo cuando apenas empezaba a caer la tarde. Me dejó sola, dejó que todo lo que amaba se vaya en silencio, su historia, su vida fue perdiéndose en el horizonte.
Me sentí tan joven, con tanta vida; que el solo hecho de sentir aquella brisa (que aún puedo revivir), con el sonido de las olas chocando en el casco del barco; hacía que me vengan ganas de saltar, reír, gritar, llorar: VIVIR.
Mi calle estaba oscura, me quite los zapatos, me encerré. Y todas mis “bellas” emociones se fueron: Una carta en mi mesa de noche, una vela cuya tenue luz apenas dejaba ver la fecha.
-¿Hoy?
08/Nov/1534:
Querida Celie:
Gracias por haber permitido que sea parte de tu vida. Hoy te he despedido y es probable que para el momento en que leas esto yo ya no esté. Creo que me he convertido en un monstruo. No quiero que revivas los fantasmas de tu pasado amándome a mí. Tú eres luz, no quiero opacar tu brillo.
Me he vuelto un loco, estoy fuera de mí. Abusé de mi propia hija… Talvez ya no sea el momento de querer remediarlo, de hecho no lo es. Quise aferrarme a la vida, pero hoy mis respiros oprimen mis días y fueron opacados por una soga que en este momento presiona mi cuello muerto. Ya no sólo estoy fuera de mí, estoy fuera del mundo…
Con amor y para siempre
Mark.
¿Qué he hecho de mí…? Solo sentí el rápido paso de una lagrima por mi rostro…Cerré mis ojos… y creo que jamás desperté.
Llevo ya 18 años sin dormir, sin comer, sin sentir.
He roto mi espejo, y hoy sólo puedo verme reflejada de una forma extraña. Cientos de reflejos de mí misma (de los que quedan en el espejo). Y yo, recostada sobre pedazos minúsculos de vidrio que han cortado mi espalda, pero que no me duelen.
No me duele el pasado, no me duele mi vida.
Todo para mí ha desaparecido; sólo soy un momento, una despedida…
Vuelvo a mirarme en el espejo y río…
La luz de la luna ha cegado mis ojos, siento caer…he muerto.
Pero aquel momento vive…acabó mi locura, acabaron mis días.
Ese afán. (Cuento)
Y es posible que crean que mi locura ha rebasado los límites, pero creo firmemente que los límites no están en lo que hace el resto de gente y por eso son “límites”. Los límites se los pone uno mismo, por eso no hay límites reales, porque lo que TÚ mismo haces no te lo quita nadie, ni lo borra nadie; solo tú mismo. Entonces no son límites, son tus propias realidades las que buscas cambiar. Entonces no son los límites de mi locura, sino mi locura como tal, mi realidad. En fin…
Todo empezó aquella noche; oscura, fría. ¿Qué iba a ser de mí? Querer salvarme de todas las adversidades de este mundo, escapar… ese afán.
Y yo, sentada en ese espacio.
Fue entonces cuando decidí emprender mi viaje, con la sola intención de saber qué es la realidad, la humanidad, las debilidades, etc.
No fui a lugares lejanos ni extraños como talvez crean, solo quise navegar en mi propia conciencia, en ese mar turbio (a veces) y encontrar las respuestas a todo “ese afán”, no solo por mí misma, sino en mí misma.
Fue entonces cuando únicamente sentí que el oscuro cielo me envolvió; y envolvió también mis pensamientos.
Soñé. Y soñé tanto que a veces me daba miedo despertar y saber que tanta solución iba a quitarme esa ilusión de vivir, y dejar que mi vida se vaya acabando poco a poco; solamente por el hecho de que un día quise explicarme la realidad, la esencia misma de la vida.
Sentí que algo, o talvez alguien (no lo sé) rozaba mi mano, y en el breve momento que tardé en sentir, y despertar, solamente escuche cómo los pasos se alejaban de mí. Me levanté, arreglé un poco mi rostro (¿para que?), incluso sabiendo que talvez no era lo más importante, pero es lo primero y único que hice. Bajé las gradas de mi casa y en la sala vi tantas cosas, raras por supuesto: sombras, luces, escuché gritos y vi como todo esto solamente se desvanecía frente a mí. ¿Qué estaba pasando?
¿Estaba perdiendo mi propia fe? ¿Mi propia vida? ¡Tantos años y en vano! Solamente quería atravesar esa puerta, la que por tanto tiempo me ha separado del mundo.
Pensé por un momento, pero no fue un momento normal; fue uno de aquellos en los que todo lo que uno ha vivido se conjuga en un recuerdo fugaz, pasa, y solamente deja esa sensación de “no saber”, de “no sentir”.
Me he quedado boquiabierta, concentrada en ese sucio pedazo de madera destrozado por las termitas y por el tiempo.
Hasta hoy no me explico de dónde pude sacar tanta fuerza para correr, abrir aquella puerta y cerrarla a mi salida, y no ver cómo se desplomaba detrás de mí.
Ahora entiendo que dar explicaciones a lo que creo, siento o soy, no es lo mío.
Estoy sentada nuevamente en un rincón oscuro, el viento acaricia mis mejillas, esa fría brisa que me trae tantos recuerdos, y una vez más he vuelto a pensar, ¿por qué las sombras?, ¿por qué el frío?, ¿por qué yo ahí?, ¿por qué no dejo de buscar razones? Esa voz de mi interior calló, no habló más.
Me levanté, caminé, miré al cielo, vi la luna, y pareció haber derramado su luz sobre mí y mis pensamientos. Por fin sentí esa paz; esa paz que tanto tiempo había buscado.
Agonía
Y puede ser que te extrañe todavía, que te quiera todavía,
que te ame todavía.
Cayó la noche; cerró mis ojos.
Y duele tanto.
Duele tanto soñarte y no tenerte;
saber que la esperanza persiste,
saber que no vendrás más,
que tendré que conformarme con verte lejano y extrañarte…
Saber que tu imagen quedó suspendida en mi mente,
sentir todo lo que una vez dijiste,
olvidar que una vez me miraste, y que talvez sí me quisiste.
Olvidar todo y empezar de nuevo sin tí.
Será difícil, no lo niego.
Quiero olvidarte, pero aún estas ahí.
Debo dejarte, duele arrancarte de mi mente.
Duele quererte y no tenerte, duele extrañarte…
Pero duele más tener que olvidarte.
Contradicción
Sentir el sutil roce del viento en mi rostro hace que vengan los recuerdos de nuestro último encuentro.
¡Tan fugaz, tan bello!
Revivir lo que eres, no sé cómo te quedaste tan dentro!
Hoy estás tan lejos pero también tan cerca, ¿cómo al mismo tiempo?
En mi mente, en cada palabra que sale de mi boca: tú.
En cada respiro, en cada mirada, nada encuentro, solamente tú.
Tal vez nunca te tenga, tal vez nunca me quieras como quiero que me quieras.
Tal vez te quedes dentro.
Tal vez solo te olvide para siempre.
Pero quemaré tu sombra, la que una vez quemó mis días.
Desecharé tus palabras
y elevaré tu mirada para que se marche con el viento.
No quedará nada,
nada más que el ineludible pasado.
Solo aquel fugaz encuentro, que una vez nos acercó tanto,
y hoy, hoy te lleva tan lejos.
Soñar
Puedo tantas veces imaginar que estás conmigo,
pero eso no te trae hasta aquí.
Puedo creer que las gotas de lluvia son tus manos
y que han caído sobre mí.
Veo tu rostro en otra gente,
Pero te veo tan lejos…
Te quedas grabado en mi mente,
Te quedas suspendido en el tiempo.
Voy congelándome en el olvido
Y sólo pienso en lo que pudo ser y no fue.
Sigo esperando que tu voz regrese,
Y digas que quieres volver a verme…
Esperando en este pasado
Que no quiere avanzar sin tí.
Esperando que me digas “Te amo”
Para levantarme y volver a sonreír.
Deseos
Hay tardes en las que pienso tanto en tí
Que no puedo alejarte de mi pensamiento ni un instante.
Hay veces que quisiera desaparecerte, creer que estás lejos.
O sentirte cerca aunque en realidad no estés presente.
Hay tantos pensamientos que rondan hoy mi mente,
Que dudan tanto de todo.
Que no saben si alejarse de mí, o alejarse de tí.
Salir de la realidad por un momento.
Imaginarte tal y como eres, saber que sonríes, sentir que me quieres.
O talvez saber que aunque estés tan lejos te siento presente.
Creer que aún te quiero, saber que estás vivo.
Aunque no te tenga conmigo, sentirte en cada segundo, en cada latido.
Wounds
I am thinking of your face, and it is just taking me away.
I don´t know how can we make this better, how can we live without each other...FOREVER.
I´ve been taking chances, I´ve been staring at the ones that surround me.
But there is nothing I can do, I lost your face, I lost your trace.
Because I don´t remember how it was to be me; the only thing that I know now, without doubts, is that we were meant to be.
¿Roles?
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